Audenis (Parte 2)
24 de marzo de 2017
La historia continúa en Valencia 316
Un día un cliente de Galicia dijo al Sr. Audenis que era un híbrido. Él se quedó un poco perplejo. Le dijo que era un comerciante, pero un comerciante especial: “es usted un comercial y también un artista!”.
“La cosa nos iba bien y yo también me movía. Fui a la feria de Frankfurt repetidas veces y allí empezó la expansión de la tienda hacia otros instrumentos. Conocí a mi mujer, y ella también se involucró muchísimo en el negocio y empezó a gestionar toda la librería de partituras (ahora mismo está en 40.000 títulos), fíjate si lo controlaba todo, que le decías la sonata para vilín y piano de Beethoven, y ella sabía decirte dónde era, la referencia y cuantas quedaban. Sin internet ni nada de esto!”.
Por la noche se llevaban las etiquetas a casa, hacían una lista de las vendidas y las reponían. Hasta a altas horas de la noche trabajando. Todos juntos. Su mujero era una apasionada del negocio y sus hijos también, cosa que el Sr. Audenis agradece porque trabajar, han trabajado mucho, y ellos le han seguido: “Un año vi que hacían un curso a Rorschach, en Suiza, para afinadores de piano y mi mujer me regaló billetes por mi santo y el curso con unos ahorros que había ido reuniendo ella poquito a poco, y nos fuimos los dos, ¡el primer año de casados! Además el mismo día de su santo, que, para ella, era difícil de pasar lejos de sus padres. Fue un gesto de amor que siempre he agradecido”.
En esa época, año 1959, el hecho de que un español fuera a Suiza era muy extraño y fueron la niña de los ojos de todos los asistentes que les preguntaban cosas tipo “¿Ustedes son toreros?”. En esa época parecía que todo el mundo en España fuera torero. Pero los dos eran jóvenes y tenían cara de niños. Los mimaron e invitaron a todo tipo de cosas y disfrutaron muchísimo: “Cuando pienso en ello…fue alucinante, e hicimos contactos con gente de todo el mundo”.
Ahora sus hijos continúan con el negocio, su hijo estuvo tres meses trabajando en la misma fábrica dónde el Sr. Audenis amplió su oficio también; y su hija, cada año sigue yendo a la feria de Frankfrut, dónde todos le recuerdan.
“Yo vengo a la tienda cada día y me siento bien, para mí es como un santuario, tú llegas aquí y automáticamente hay una atmosfera que hace que te sientas mejor”
Tiene toda la razón.